31.3.11

la bestia debe morir

anoche, casi estrenando nuestro zapping nacanpop, encontramos justito justito empezando Si muero antes de despertar.


si bien algunas cosas relativas a las representaciones de género son tan almidonadas como los guardapolvos de los niños que la protagonizan, se trata de un películón muy recomendable realizado en 1952 por Carlos Hugo Christensen.


el cuidado de los planos, de los detalles de la composición y los gestos de los actores sustentan una narración ajustada y obsesiva que lleva el suspenso al borde de lo tolerable.
creo que la vi por primera vez a los siete años, en una siesta por atc, una siesta de mi madre, claro... recuerdo haber tenido problemas para dormir. a la distancia creía que ese inquieto insomnio era fruto de mi niñez, pero anoche corroboré lo inquietante de esta puesta basada en un cuento de William Irish.


que este único fragmento onírico sirva de recomendación.

22.3.11


18 de marzo

estaba lleno de lobitos, cada tantos cientos de metros, otro lobito, a veces picoteados por carroñeros, otras sólo rodeados de moscas, todos lobitos, chiquitos, el mar los había traído seguramente en los pasados días de tormentas, dos días con dos tormentas distintas, una con viento de acá para allá y otra con viento de allá para acá

fuimos y estaba lleno de lobitos, ¿cuál sería la tasa de mortalidad infantil de los lobos marinos? ¿existirá tal cosa? seguimos yendo, aborrecimos ligeramente del mar y llegamos a verlo como fuente de destrucción, exagerando, como siempre, porque le sacamos el jugo así

la zambullida me reconcilió con el agua, los cangrejitos y berberechos, ligera impresión me causó, pero era indudable que rezumaba vida

ayer, ya en otro lado, en un plan más civilizado, con silla y libro, sin sacarme la ropa porque estaba fresco y nublado, vi otro lobito, era un poco más grande que los de la jornada anterior, pero igualmente abandonado por la vida y el mar. se apersonó un pequeño comando, allá diríamos de aspecto cartonero, pero se trata más bien del servicio de recolección municipal, que usa un carro tirado por un caballo y en él van dos hombres juntando cosas, son barrenderos de a caballo
con toda pericia, uno usó un cordón, que no sé si sacó de por ahí o traía consigo, y ató una pata del desafortunado bichito para tirar desde el otro extremo y arrastrarlo hacia el médano donde su compañero estaba haciendo un pozo
no sé si por sorpresa o curiosidad, un poco lo estudiaban al ejemplar, tal vez estuvieran comentando lo que le habría pasado, imposible saberlo porque esas palabras se las llevó el viento y no me estaban dedicadas como para permitirme reclamar no haberlas oído

cuando la tercera tormenta se cernía ya sin dudas, y auguraba la tupida cortina de finas gotas que fue unas horas después, emprendí el retorno, silla en mano, libro en bolsa, con la certeza de que si no hubiera habido terremoto y tsunami en Japón lo de los lobitos no nos habría llamado tanto la atención

15.3.11

avril


—me gustó mucho lo que me trajeron, mirá… —se pone el vestido sobre la malla (acá se dice traje de baño), apenas apoyado, para que veamos que le va bien, de largo y de ancho, se florea.
—te lo vas a poner después de la playa, ¿no?
—no, después de la playa no, porque yo me baño cuando vuelvo de la playa. después de la playa el baño, y después el vestido.
conversamos de varias cosas, todo es un juego, todo el tiempo jugamos a que conversamos y conversamos en serio, o a que estuvimos de aventura y nos lo contamos. las aventuras convergen, a una le gusta lo que dice la otra, entonces pretende que su aventura es la propia. es un juego. un juego distinto de los de correr, saltar, esconderse o mojarse. y jugando a esa mancha de palabras pasa el rato.
ella ha decretado que de tarde no hay playa. y recibe el llamado. la abuela está entrando a bañarse y para la dinámica familiar sería bueno que lo hicieran juntas.
pero está entretenida y no quiere largar, la propuesta no la convence. está claro que jugaría permanentemente, no necesita otro estado. posiblemente el baño sea otro juego más. también está el juego del orden y de las órdenes, de “hacer las cosas como quiero yo”, a veces travestido de “hacer las cosas como dicen mi mamá y mi papá”, pero en general “lo que quiero yo” y de intentar acomodar esos deseos en el devenir. y hay que decirlo: ella no sólo es perseverante, también es convincente y simpática sobremanera, argumenta con lógica, con creatividad y también con absurdo. (sus padres usan la expresión atomizar, te atomiza parece equivaler a un te quema la cabeza; así lo enuncian ellos.)
pero hay que bañarse con la abuela.
pero, pero… (estábamos tan entretenidos, jugando en la conversación).
ah… ¿no era que playa, baño, vestido? ahora baño.
pero, pero… resopla y, con una floritura de la mano derecha, mientras levanta el brazo, gira y hace su salida ¡‘tan fatales, ustedes!

[si la vieran cuando vuelve, pasándose las manos por la falda, alisando el vestido hacia abajo, mostrando qué lindo le queda, y estirando esos ojos grandes hacia arriba, con un gesto curioso y pícaro, esperando el comentario con una sonrisa.]