5.6.07

domingo/lunes

Levantarme temprano después de noche de juerga es pésimo.
Ir a votar me lleva de vuelta al barrio natal... Algo de sus casas bajas y ciertas manzanas de apariencia casi bonaerense me deja cierta nostalgia que acaricia un poco mis visiones de niña de esos mismos lugares.
Al encontrarme con un amigo me entero de la reciente muerte de su madre, me apeno, lloriqueo un poco mientras espero que ponga su boleta en la urna. Nos vamos a tomar el té.
Un rato más tarde reviso mi correo electrónico y tengo trabajo que hacer. Me siento y lo hago.
Más tarde aun me voy a trabajar: tengo cierre.
El cierre sale bien, aun a pesar de ciertos disgustos, no de los ordinarios sino de esos que sólo son vacías manifestaciones del poder que, con las papas en el fuego, deben postergarse para otro momento, a pesar de que se siguen masticando puteadas y a pesar de que esas manifestaciones no son tan vacías: nos negamos a un favor (con argumentos totalmente válidos) pero la represalia se imparte a través de la negación de un derecho; en redondo: no, entonces hoy no les pagamos, pasen a cobrar en la semana.
El detonante del disgusto laboral se superpone al disgusto de los primeros numeritos de la ciudad: la sombra de Macri se cierne y nubla negrísimamente mi horizonte de encierro en el centro y también el de la soleada tarde de Floresta-Villa Luro de horas antes.
El cierre termina a eso de las cuatro de la mañana.
A las siete, a sifonazos, vomito la cena.

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